Sánchez y el ‘presidencialismo’

Más que un mito, una especie de presidencialismo nació aquel 30 de octubre de 2016 en que Pedro Sánchez salió del garaje de Ferraz destronado por el Comité Federal del PSOE entre lloros y abucheos. Precisamente, pese al aparato y no mediante este es la fórmula que aplicaría el socialista tras ganar las primarias a bordo del Peugeotlaminó el poder de los barones de la dirección, fortaleció el suyo y el de las bases, impidiendo así un nuevo complot interno. El relato del ascenso solitario excusó luego un Gobierno de independientes sin carné, en que saltarían del barco hasta dos de sus ministros para no dañar al líder. Y frente a las decisiones del Tribunal Supremo, Sánchez respondería: “Ayer habló el Poder Judicial, y hoy y mañana hablará el Poder Ejecutivo“.

Pues la renovada fuerza del presidente, frente a otros contrapoderes como el partido, se palpó en el comité federal este sábado en Fuenlabrada, primer cónclave desde la llegada a Moncloa. Fue un trámite, sin a penas intervenciones de los asistentes, sumado a la ausencia de los otrora barones críticos: Susana Díaz –de precampaña en Andalucía–, Javier Lambán (Aragón), Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Javier Fernández (Asturias). Carente del salseo que caracterizaba a las reuniones del PSOE, el protagonismo era en realidad de su miting para arrancar el ciclo electoral de 2019. Si biensublima ya una forma de poder orgánico en el sanchismo, a medio camino entre la clásica batalla socialista entre guerristasrenovadores.

Sobre los primeros, Sánchez no ha forjado un modelo de organización del aparato al estilo del todopoderoso vicesecretario general de Felipe González, Alfonso Guerra, quien presumía de “marcar la raya” a los barones. “Quien se mueva no sale en la foto” se dice que era su frase para disuadir a los dirigentes territoriales de enfrentarse a Ferraz. Pero ha coqueteado con ese estilo: ofreció a los líderes autonómicos que no les plantaría batalla en congresos provinciales- regionales, si le guardaban lealtad en el 39 congreso federal. En su caso, el valenciano Ximo Puig sí tuvo que enfrantarse al candidato oficialista – aunque Puig se impuso.

Si bien, el jefe del Ejecutivo tampoco peca de renovador idealista. Siempre creyó en la militancia, seguro que más ahora, consciente de los beneficios de la ley de May para su victoria frente a Susana Díaz. Esto es, que las bases tienden a apostar por el candidato más cercano a las posiciones puristas. Pero también, se sabe que cualquier consulta a los afiliados tiende a la legitimación del líder –y en adelante, decisiones estratégicas como investiduras y acuerdos las decidirán estos. Todo ello, en paralelo a la desaparición del contrapoder que suponían las baronías guerristas ante la Ejecutiva, debido a su pérdida de fuerza en el comité federal.

Así las cosas, el corte presidencialista se vuelve más evidente por cómo el PSOE se diluye entre la desideologización y visibilidad del presidente, marca y reclamo del partido. El efecto: ganar libertad de acción, según necesidades de pacto con sus socios, y superar los bajos réditos que venía dando la socialdemocracia en Europa. Lo sabe Díaz, que enfrenta los comicios andaluces tras el giro de la Abogacía con el procés. Se plasmó también en la elección de ministros de ideología transversal –véase Fernando Grande Marlaska, antes considerado “conservador”– en detrimento de cargos internos, pese a que algunos se incorporaron de asesores gubernamentales, o habitan entes como el CIS o Correos…

Igual de relevante es la relación entre e intra poderes. El Ejecutivo es monocolor, pero sustentado sobre la base de casi seis partidos, de quiene toma ligera ventaja mediante el uso del Real Decreto. Qué decir del Judicial: el Supremo, la Abogacía. Asimismo, sublimó hace semanas la famosa descoordinación en el seno del Consejo de Ministros, donde el presidente no duda en corregir a los ministros si es menester –con la figura de la vicepresidenta menos fuerte que sus antecesoras. Aunque si un detalle confirma la fuerza del modelo sanchista frente a todo, es lo siguiente: ¿Cabe duda del sino de Delgado y Duque, si Sánchez reedita en el Gobierno? Ajá. “Yo soy el presidente”. Lo supieron antes Montón y Huerta.

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