“Jamás he sido llamado a declarar como testigo” decía el expresidente José María Aznar ante la comisión que investiga la financiación del Partido Popular. Mariano Rajoy sí lo fue, y la sentencia de la Gürtel se le llevó por delante. El hecho es que la relación entre ambos distaba de ser ideal: mientras el primero criticaba a su delfín y alababa a Ciudadanos /Albert Rivera, el entorno del segundo afeaba tales “lecciones” sobre regeneración y que se desentendiera de las acusaciones de presunta caja B. Aunque la nueva dirección de Pablo Casado ha arropado al expresidente, como símbolo de reconciliación con el legado aznarista y el driblaje de la pugna con el PP marianista, del que estuvo políticamente desterrado hasta la caída de Rajoy.